En el sur del departamento del Meta, mujeres que vivieron el conflicto armado encontraron en el campo, en la unión, y en los lácteos, la oportunidad para renacer, subsistir y empoderarse. Esta es la historia de las Damas Leche.
Cuando era niña, un desplazamiento masivo obligó a Janeth Reina y a su familia a dejar Puerto Lleras para buscar una nueva oportunidad en otro rincón del departamento del Meta: el municipio de Granada. Allí, en un terreno que obtuvo su hermano en la vereda La Marina, fue tomando forma lo que ella considera “su mansión”. “Yo la llamo así porque es el lugar donde tengo mi techo, mis hijos, la paz y la tranquilidad que no tenía antes. Es la herencia que me dejó mi hermano, el que la guerra me quitó”, dice.
En el 2009, un programa del Gobierno Nacional llamó la atención de Janeth: Mujeres ahorradoras. Ella asistió a los primeros encuentros sin ninguna expectativa. “No tenía las habilidades para hablar en público”, cuenta. Sin embargo, terminado el programa, la idea de formar una asociación de mujeres alrededor de un proceso productivo ya estaba plantada en su cabeza. La Asociación Damas Leche, Asodale, comenzó con 17 asociadas y actualmente suma 43 mujeres que trabajan juntas para sacar adelante a sus familias.
Hoy, ellas escriben su propia historia de paz a través de la producción de leche, arequipe y queso campesino, y en ese camino cuentan con un aliado: el proyecto Macarena Sostenible con Más Capacidad para la Paz, Mascapaz, financiado por la Unión Europea a través del Fondo Europeo para la Paz, y ejecutado por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas – SINCHI.
“Para MASCAPAZ es muy importante el trabajo con mujeres”, afirma Manuel Javier Fierro, coordinador del proyecto. “Queremos contribuir a la equidad de la mujer, sobre todo a la de la mujer rural que ha sido tan afectada por el conflicto y que ha demostrado tener grandes capacidades para el emprendimiento”
Salir de la casa, cambiar los papeles
Uno de los grandes retos que enfrentaron las Damas Leche fue cambiar el papel que, hasta ese momento, habían jugado en sus hogares. Conforme se fue consolidando la asociación, las reuniones y las jornadas de trabajo se intensificaron, lo cual significó, entre otras cosas, pasar más tiempo fuera de sus casas. Para muchas, se trató de un proceso difícil de sobrellevar con sus esposos:
“Para ellos fue complicado ver que sus esposas, que antes estaban todo el día en la casa cocinando y encargándose de los asuntos del hogar, de repente se tenían que ir. Muchos no entendían qué era lo que estábamos haciendo. Fue una lucha con ellos.”, expresa Janeth.
Se acerca el medio día en la vereda La Marina. Las Damas Leche han culminado una de sus reuniones y se disponen a regresar a sus casas. El almuerzo no da espera. Tres de ellas, Blanca Tejedor, Maura Ramírez y Janeth, aceptan quedarse un rato más para contarle a la Unidad de Gestión del proyecto Mascapaz un poco de sus historias. Ellas hablan del proceso que han tenido y de cómo la asociación las ha empoderado en todos los aspectos de su vida:
Janeth Reina: Asodale tiene muchas historias. Historias de mujeres que han sido víctimas del conflicto, de mujeres maltratadas física y psicológicamente y que hoy no solo generan recursos para sus familias, sino que han logrado mejorar su calidad de vida y del entorno que las rodea.
Blanca Tejedor: muchas de nosotras salimos del tema de la ilegalidad, como la coca, y nos hemos enfocado. Sabemos que hay otros medios para subsistir. Nos ha tocado muy duro, pero hemos ido aprendiendo en el camino.
Maura Ramírez: como mujeres nos ha servido mucho porque nos ha unido. Antes éramos calladas, casi ni nos hablábamos, no compartíamos. Ahora hablamos ante un público, preguntamos, proponemos. Nos hemos empoderado poco a poco.
La labor que Janeth ha hecho con la Asociación Damas Leche desde el 2009 le ha valido no solo el cariño y la gratitud de sus compañeras, sino también reconocimientos como el que le hizo la Gobernación del Meta en el 2017, por su aporte en ciencia, tecnología e innovación al departamento.
“Mire, gracias a la Asociación y a la ayuda que hemos recibido de proyectos como Mascapaz, de la Unión Europea, nosotras nos sentimos importantes. Hoy sabemos cuánto valemos y entendemos que somos el eje del hogar, del sector. El cambio ha sido tan grande que a veces hasta vienen a las reuniones los esposos de mis compañeras a escuchar lo que tenemos por decir”.
Asodale es una de las 18 organizaciones productivas beneficiarias del Proyecto Mascapaz. “En esta línea de acción, apoyamos principalmente cuatro cadenas: lácteos, café, cacao y hortofrutícola, para fortalecer los procesos de transformación y comercialización de la producción agropecuaria de la zona. Se espera que esto tenga un impacto en cerca de 400 familias”, afirma Manuel Javier Fierro.
“Con la ayuda que les estamos brindando, que consiste en la entrega de maquinaria y capacitación en temas de transformación y alianzas comerciales, pretendemos mejorar los ingresos de estas organizaciones, para que puedan, en el caso de Asodale, darle un valor agregado a la leche con la producción de arequipe y otros derivados como el queso y el yogurt”, agrega. Blanca y Maura deben marcharse. Es casi la una y media de la tarde. A una se le ve alejarse a pie mientras que la otra se monta en la parte trasera de una moto; antes de arrancar voltea, y se despide con la mano. Janeth también tiene afán, pero se queda para una pregunta más: ¿Cuál ha sido el mayor reto que ha tenido Asodale?
Con la pasión que se percibe en cada una de sus palabras cuando habla de la asociación que representa, ella responde:
“El mayor reto ha sido cambiar las mentes de esas mujeres. Hacer arequipe o queso, es fácil. Pero cultivar en ellas la idea de que somos capaces, que tenemos que trabajar asociativamente y por la comunidad, que debemos preservar y cuidar nuestras tierras, ha sido difícil. El cambio empezó por mí y yo quise trasmitirles a todas valentía y berraquera para lograr sacar nuestro proyecto adelante”.
Sobre el Fondo Europeo para la Paz
Es un mecanismo de cooperación de la Unión Europea, que tiene entre sus objetivos apoyar a Colombia en el desarrollo rural integral de las zonas más afectadas por el conflicto y apoyar la reincorporación social y económica de las víctimas y de excombatientes, en el marco de la implementación del Acuerdo de Paz. Fue creado en diciembre de 2016 y cuenta con 121,6 millones de euros (más de 420 mil millones de pesos) para apoyar proyectos de Paz en 94 municipios de Colombia.