A finales del año 2016 más de 350 excombatientes se agruparon en la comunidad de Pondores (municipio de Fonseca, La Guajira) y Tierra Grata (municipio de La Paz, Cesar) para avanzar en la dejación de armas e iniciar su proceso de reincorporación a la vida civil. Una de sus principales aspiraciones fue establecer un modelo de autoconstrucción de vivienda que garantizase condiciones dignas de habitabilidad y generase opciones de empleo e ingreso a nivel local.
En ese contexto nace el proyecto Constructores de Paz, el cual facilitó la creación de diversas unidades productivas relacionadas con el sector de la construcción (ferretería, ebanistería, producción de ladrillos, entre otros) y acercó acompañamiento y asesoría especializada para su funcionamiento y sostenibilidad. Esta iniciativa colectiva exigió un intenso esfuerzo de articulación interinstitucional, coordinado a través de la Mesa de Vivienda, y que no se centraba únicamente en la búsqueda de financiación sino, por encima de todo, en la movilización de conocimientos, experiencias y recursos técnicos para su diseño y pilotaje.
Es en este espacio donde las universidades territoriales empiezan a involucrarse de manera protagónica y a demostrar el aporte estratégico que pueden realizar al proyecto de vivienda. El elemento más innovador es que lo que inicialmente se planteó como un apoyo técnico puntual, canalizado a través de las facultades de arquitectura, se acabó convirtiendo en una oportunidad de encuentro, colaboración y convivencia entre población excombatiente y comunidad universitaria. Así lo expresa la representante de la Universidad del Atlántico:
“Aunque parezca increíble muchos de nuestros estudiantes no habían conocido de manera directa las consecuencias del conflicto ni la realidad de los actores que habían formado parte de éste. Esta experiencia les generó una nueva mirada sobre la importancia del proceso de paz, que fue luego compartida e irradiada a sus compañeros y familiares. Comprendieron que ellos pueden hacer un aporte personal y real para la transformación de nuestra región”.
Uno de los factores de éxito que destacan las personas participantes es que el encuentro se produjo de manera espontánea; es decir, a partir de las diversas labores de campo que se organizaron en torno al proyecto de vivienda. La confianza, la cercanía y los diálogos personales se fueron construyendo progresivamente, sin imposición externa, y eso permitió “entender al otro” e ir derribando muchos de los prejuicios que existían de lado y lado. La producción académica pasó de ser un fin material para convertirse en una plataforma de encuentro. Se identifican dos espacios claves de interacción y reconciliación.
Por un lado, los ejercicios de diseño participativo. Este enfoque orientó todo el ciclo de investigación y garantizó la participación activa de las y los excombatientes en las etapas de recolección de información, análisis y prototipado. Esta forma de trabajo fue especialmente inclusiva y facilitó la transferencia de conocimientos, pero, sobre todo, generó dinámicas horizontales de diálogo y fomentó la puesta en común de diversos intereses y expectativas. Una de las docentes que coordinó las actividades con los ETCR, lo define de la siguiente forma:
“Las visitas de campo y los espacios de discusión que organizamos nos permitieron construir relaciones de solidaridad con la comunidad fariana y enfrentar y superar muchos de los miedos que por décadas ha generado la violencia de nuestro territorio. Fue una experiencia personal muy significativa y que reafirma mi opinión de que solo lograremos superar el conflicto mediante el diálogo y el entendimiento”.
Por otro lado, el desarrollo de las tesis de grado. Tras la etapa de planeación participativa, al menos diez estudiantes decidieron profundizar sus investigaciones y aportar, desde su especialidad profesional, a la creación de las unidades productivas y al desarrollo de sus productos. Se realizaron estudios sobre el material de las viviendas, la resistencia de los ladrillos o el diseño 3D de la casa modelo. Uno de estos investigadores describe así su experiencia:
“Inicialmente yo quería aportar conocimiento técnico y al final eso se convirtió en una oportunidad para involucrarme socialmente y entender el diario vivir de las personas que habitaban el ETCR. Esto me enseñó a valorar el momento histórico que estábamos viviendo y la voluntad de cambio que demostraban la mayoría de los excombatientes. No solo me enriqueció profesionalmente, sino que me ayudó a crecer a nivel personal y espiritual”.
Este modelo de colaboración directa con la población estudiantil concluyó con el diseño global de la Ciudadela de Paz, cuyos planos fueron firmados por la Decana de la Facultad de Arquitectura, cumpliendo con las exigencias y los estándares establecidos por la legislación colombiana.
Según los cálculos realizados por el proyecto “Constructores de Paz”, el trabajo realizado por estudiantes y docentes de las universidades colaboradoras tiene un valor de aproximadamente 400 millones de pesos en el mercado. Sin embargo, el principal impacto es intangible y tiene que ver con las barreras y los prejuicios que se derribaron durante el proceso. La experiencia fue tan enriquecedora y valiosa que ha sido el germen de posteriores iniciativas, como el programa “Arquitectura para la Reconciliación”, que en estos momentos implementa la Universidad Nacional en Tierra Grata, en colaboración con la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH).
Esta reseña de caso, que contribuye al Pilar 1 del Fondo Europeo para la Paz: Reconciliación y disminución del conflicto, fue publicada en el XVII Informe de seguimiento del Fondo Europeo para la Paz (octubre – diciembre de 2022), y refleja algunos de los logros del proyecto Constructores de Paz, ejecutado por la Fundación Lazos de Dignidad, en consorcio con la Cooperativa Multiactiva para la Paz de Colombia y la Cooperativa Multiactiva Tierra Grata. El texto está basado en documentación facilitada por el proyecto y en entrevistas a miembros de su equipo y a actores clave del proceso, algunos de cuyos testimonios se recogen en cursiva.
Sobre el Fondo Europeo para la Paz
El Fondo Europeo para la Paz es un mecanismo de cooperación de la Unión Europea creado para acompañar al gobierno colombiano en la implementación del Acuerdo de Paz, con énfasis en el Punto 1 de Desarrollo Rural Integral y Punto 3 en lo que concierne a la reincorporación de la población excombatiente de las FARC-EP a la vida civil. En el marco del Fondo se han puesto en marcha 31 intervenciones mediante las cuales se pretende contribuir a la reconciliación de la sociedad colombiana, a la reincorporación social y económica de excombatientes, a la equidad de género y la inclusión de sectores vulnerables de la población, al desarrollo rural sostenible e incluyente, y a la presencia legitimadora de Estado y la gobernanza local. La cobertura geográfica de las diferentes acciones del Fondo abarca 26 departamentos y 150 municipios del país.